Desde finales del siglo XVII existía en Sevilla, un Colegio de San Telmo, dedicado a la formación de pilotos y pilotines de mar. Sin embargo, a partir de 1778, y como consecuencia de la apertura del tráfico naval y contratación con las indias de trece puertos españoles, entre ellos el de Málaga, se impone la necesidad de crear colegios similares debido al aumento del tráfico naval con las colonias.
Málaga ya tenía una escuela de náutica a cargo del Consulado Marítimo y Terrestre pero, debido a la importancia mercantil de la ciudad, era necesario un centro de mayor nivel. Con este objetivo, José Gálvez, Marqués de la Sonora, a instancias del Consulado malagueño, le encargó al mismo los estudios preliminares, la confección de planos y un proyecto que sirviera al Gobierno para determinar y establecer las bases del mismo.
José Gálvez comunica al Ayuntamiento de Málaga, con fecha 3 de mayo de 1787, el nombramiento que el rey otorga a Ramón Vicente Monzón como Juez Conservador y de José Ortega Monroy como Director del Colegio de San Telmo, siguiendo las Ordenanzas de 1787, así como la orden de que sus disposiciones sean obedecidas para lograr el buen funcionamiento de la institución.
Para su instalación se utilizó el Colegio del que habían sido expulsados los Jesuitas, situado en la Plaza Mayor, actual plaza de la Constitución.
Se inauguró el 1 de junio de 1787 y, ese mismo año, se promulgan las Reglas Fundacionales del Colegio de San Telmo, pero su vigencia será corta, sólo dos años, siendo sustituidas por las Ordenanzas de 1789.
El Colegio se estableció en régimen de internado. El conjunto de sus enseñanzas era muy amplio, empezando por las primeras letras para terminar con las Facultades náuticas.
La Carrera Náutica tenía una duración de nueve años divididos en tres periodos:
Primer período denominado de “primeras letras”. Tenía una duración variable y en él se enseñaba al alumnado a leer, escribir, religión y lengua francesa, a la que se le daba mucha importancia.
Segundo periodo. Éste tenía una duración de tres años y en él los alumnos debían aprender: aritmética, náutica, geometría, hidrografía, maniobra y artillería.
Los períodos lectivos, tanto del primer como del segundo periodo, comenzaban a primeros de septiembre y concluían a últimos de junio. Los alumnos tenían obligación de presentarse a dos exámenes anuales, ambos orales. El primero se efectuaba en febrero o marzo y el segundo, que era el final, se celebraba el 15 de agosto, para que los estudiantes tuviesen tiempo de prepararlo desde finales de junio momento en que finalizaban las clases.
Los alumnos que más destacaban recibían premios consistentes en regalos personales relacionados con la carrera o bien en la concesión de “grados honorarios”, comandante, capitán…, que podían usar durante el curso siguiente.
Los que no aprobaban el curso, eran amonestados en público «hasta el sonrojo» y posteriormente recibían determinados castigos que podían llegar a ser físicos como las «palmetas» y, como último recurso, el «castigo de “cepo y grillos». Aquellos niños que no lograsen corregirse, eran expulsados del Colegio.
Durante las vacaciones, que solía producirse durante la última quincena de agosto, los alumnos permanecían en el Colegio.
Tercer periodo. También tenía una duración variable. En este periodo se llevaban a cabo al menos dos viajes de prácticas. Estos viajes se realizaban en navíos, tanto de Real Armada como mercantes, que efectuaban travesías a puertos europeos o indianos.
Los cargos que estos colegiales desempeñaban durante estas prácticas variaban según la aptitud de cada uno y cobraban su correspondiente soldada, aunque ésta la entregaban al Colegio para ayudar a sufragar los gastos de la institución
Los alumnos podían ser de dos clases “Colegiales de número”, para los que se establecían 100 plazas, en régimen completamente gratuito. Para optar a una plaza en el centro, los niños debían ser huérfanos e hijos de gente de mar. Por el hecho de admitidos, los alumnos debían permanecer nueve años en el centro y tenían derecho a la educación y enseñanza, a los alimentos, vestidos y demás subsidios del Colegio, contrayendo por su parte la obligación de servir a la Marina Real o Mercante española. A los más “débiles” se les permitía seguir estudios de humanidades o comercio, y los “ineptos” eran destinados a los oficios auxiliares de la náutica.
También había “porcionistas”, que eran alumnos de “pago” y por lo tanto no tenían que ser huérfanos y su estancia en el colegio dependía exclusivamente de 12 voluntad de su padre o tutor.
Hasta 1807, el colegio gozaba de una buena situación económica pero con la entrada de los franceses en Málaga el 5 de febrero de 1810, su economía se deteriora sensiblemente, ya que el centro cae en el más absoluto olvido.
Finalmente se suprimió el Colegio por Real Orden de 23 de febrero de 1849, aplicando su caudal al Instituto provincial de segunda enseñanza, a pesar de los esfuerzos realizados tanto por la Junta de Comercio como por la Sociedad Económica de Amigos del País por evitar su cierre.
Camacho Martínez, R. (2015). Nuevos datos sobre José Martín de Aldehuela en las obras del Colegio de San Telmo de Málaga. Boletín de Arte, 36, 213–218. https://doi.org/10.24310/BoLArte.2015.v0i36.3337
Pérez Frías, P. L. (n.d.). El Real Colegio Náutico de San Telmo, precursor en la enseñanza militar, náutica y comercial en Málaga – EPISTÊMAI. Epistêmai Sociedad Erasmiana de Málaga (SEMA). Retrieved August 6, 2022, from https://epistemai.es/archivos/3594