Cuando en el otoño de 1914 se constituyó el Centro de Instrucción y Protección de Ciegos “La Nueva Aurora” en la capital malacitana, solo había aquí un centro educativo para alumnos con deficiencias visuales que venía funcionando desde comienzos del siglo XX, aunque con escasos medios y recursos.
Se trataba de la Escuela Provincial de Sordomudos y Ciegos, en funcionamiento desde 1900, que se debió a la iniciativa de dos maestros nacionales jubilados que se hallaban internados en el Hospicio Provincial, donde empezaron a impartir lecciones de cultura general a tres niños sordomudos y a dos adolescentes ciegos acogidos en aquel asilo.
Pronto contaron con la colaboración de una monja de esa casa de beneficencia, que se ocupó de la formación religiosa de los jóvenes, y de un señor invidente que enseñaba los sistemas Braille, Ballu y Abreu, que por cierto conocía muy bien ya que había estudiado en el Colegio de Sordomudos y Ciegos de Sevilla.
Con el tiempo esta escuela quedó bajo el patrocinio de la Diputación de Málaga, que aportó anualmente una pequeña subvención para hacer frente a los gastos básicos y a la retribución del profesorado. Continuó realizando su tarea durante 25 años, hasta mediados de la década de 1920, pero sus pretensiones pedagógicas se vieron limitadas por los problemas de espacio (las enseñanzas se impartían en aulas muy pequeñas), la falta de material y el ambiente o entorno tan poco apropiado en el que se encontraba instalada.
Posteriormente, el Centro de Instrucción y Protección de Ciegos, «La Nueva Aurora», quiere mejorar esta situación y solicita del Ayuntamiento nuevo local y subvención para perfeccionar esta enseñanza. A esta petición les responden con buenas palabras, pero el tiempo se va pasando, y la Directiva tiene que alquilar un local en el número 24 de la Plaza de la Merced, amueblándolo con las suscripciones y donativos del vecindario.
Centro de Instrucción y Protección de Ciegos “La Nueva Aurora”
El promotor de esta asociación fue Felipe J. Blanco, Coronel del Cuerpo de Inválidos Militares (había perdido la vista en 1909 combatiendo en Marruecos) y hermano de la Cofradía “El Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos” de Málaga. Convencido de que, aparte de la tradicional formación religiosa, los invidentes necesitaban instrucción y habilitarse en algún oficio con el objeto de ser útiles a sí mismos y a la sociedad, consiguiendo de este modo medios para ganarse el sustento diario, reunió a un grupo de personas que presentaban dicha discapacidad y con ellas constituyó esta organización, que se estructuró y funcionó como Centro Instructivo y Protector de Ciegos, teniendo como sede social el número 24 Bajo dcha de la Plaza de Riego (actualmente de la Merced).
Entre los aspectos a resaltar conviene mencionar que los objetivos principales de la entidad consistían en proporcionar a sus afiliados de Málaga y provincia instrucción (enseñanza en general), trabajo y protección en los casos de enfermedad e invalidez.
Para granjearse el apoyo y la protección de las autoridades malagueñas, el 28 de octubre de 1914 la Directiva remitió sendos escritos al Ayuntamiento y a la Diputación Provincial en los que solicitaba un local y alguna subvención.
El siguiente paso consistió en crear el Consejo Patronal, que fue constituido el 3 de enero de 1915 bajo la presidencia honoraria del Alcalde primero de Málaga, Luis Encina, y de Carlota Cervantes, con la asistencia de “distinguidos vocales”, recayendo el nombramiento de presidente electivo en Miguel Mérida Nicolich –quien ese mismo año terminaría la licenciatura de Medicina en la Universidad de Granada y posteriormente desempeñaría un papel decisivo en elInstituto Municipal de Sordomudos y Ciegos de Málaga–, el cargo de vicepresidente en el abogado Manuel Domínguez y el de secretario en Francisco Villarejo. Se completaba así la organización de “La Nueva Aurora”.
Con respecto a la sección educativa, el 7 de abril de 1915 comenzó su actividad la escuela de la asociación, tras obtenerse el correspondiente permiso del servicio de Instrucción Primaria. Esta escuela estaba situada en el número 41 de la entonces denominada calle Andrés Borrego, actual calle Ollerías.
Este centro de instrucción y protección de ciegos que promueve «La Nueva Aurora» se fundamenta en el artículo 108 de la Ley Moyano de 1857: «Promoverá así mismo el Gobierno la enseñanza para los sordomudos y ciegos, procurando que haya por lo menos una Escuela de esta clase en cada Distrito universitario, y que en las públicas de niños se atienda, en cuanto sea posible, a la educación de aquellos desgraciados».
Su primer director fue Vicente López García y Antonio Villalobos, antiguo alumno de la Escuela Provincial de Sordomudos y Ciegos de Málaga, enseñaba el sistema Braille y el manejo de los aparatos especiales empleados en la formación del alumnado con deficiencias visuales, además de dar clases de música. También colaboraron en esta tarea Juan Belmar, dedicado a la educación musical –disciplina que desde el siglo XIX venía siendo muy cultivada entre las personas ciegas– y el propio Felipe Blanco, quien impartía las lecciones de cultura general.
Como al principio no había fondos suficientes para adquirir el material necesario, “la iniciativa y laboriosidad del Sr. Villalobos, proporcionó a la escuela de su dirección, con pequeñísimos gastos, abecedarios, silabarios, libros de lectura, mapa político de España, tableros, estuche de aritmética, adecuados a la enseñanza del invidente; que con las pautas donadas por el Patronato de San José y algunos otros efectos adquiridos vinieron a reunir “lo más imprescindible al objeto”. El Centro, no obstante, disponía al menos de Aparatos para la escritura Braille.
El cuadro de asignaturas para primera enseñanza era Clase de lectura escritura y gramática diaria de 2 a 3 de la tarde, Aritmética y geometría (alternas) de 3 a 4 de la tarde, y Geografía e historia (alternas) de 4 a 5 de la tarde.
La sección de artesanía (o “industrial”) puso en funcionamiento muy pronto talleres de sillería (asientos de rejilla y anea) y alpargatería, aportando el Centro las herramientas y los materiales. Posteriormente bajo la dirección de Juan González, socio que había demostrado una gran habilidad para las manufacturas de palma, se abrió el taller de cestería donde se confeccionaban sobre todo espuertas para el “tráfico de la vendeja”.
No faltaba una la sección artística, que fue desarrollándose a medida que los alumnos jóvenes de la escuela se incorporaron a las clases de formación musical.
La admisión de los alumnos al Centro corresponde a la Junta Directiva, y la enseñanza no es gratuita, sino que los alumnos (o también Socios Activos) deben pagar una cuota mensual de cincuenta céntimos, además de haber satisfecho una cuota de entrada de una peseta. A estas enseñanzas puede acceder cualquier individuo ciego, sin distinción de sexo alguno, mayor de dieciocho años y propuesto por algún socio. Si el socio deja de abonar durante tres meses consecutivos la cuota, se le dará de baja.
Desde finales de los años veinte y comienzos de los treinta la Nueva Aurora fue perdiendo protagonismo en la defensa de los intereses de los invidentes malagueños. Las desavenencias surgidas entre varios compañeros, y especialmente en el seno de su Junta directiva hizo que algunos socios con una larga trayectoria en el Centro de Instrucción y Protección de Ciegos se dieran de baja y crearan una nueva entidad. Así, la Asociación Provincial Protectora de Ciegos (APPC) fue constituida el 14 de septiembre de 1933.
“La Nueva Aurora” desapareció formalmente con la publicación de la Orden del Ministerio del Interior de 13 de diciembre de 1938 (Boletín Oficial del Estado de 16 de diciembre) por la que se creaba la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), y con la inmediata fundación de su Delegación Provincial en Málaga a principios del año 1939.
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