Estudiantes de Integración Social del IES Ben Gabirol participan en una experiencia pionera de aprendizaje-servicio en el centro Calor y Café con personas sin hogar
Nicole Quesille y Jaida García, de 31 y 19 años respectivamente, muestran a través de sus palabras un conocimiento profundo y madurado sobre la situación de las personas sin hogar en Málaga. Son más que conscientes de que aquellos estereotipos (que incluso ellas tenían) sobre el colectivo, relacionado con el alcoholismo o la drogadicción, no son, ni mucho menos, la realidad del porcentaje mayoritario de ciudadanos que sobreviven en la calle o en recursos de acogida. Para ellas, elegir el módulo de Integración Social que ofrece el IES Ben Gabirol fue una decisión que les ha cambiado por completo su visión del mundo. Y ahora, con la perspectiva que da el paso del tiempo, además de seguir creciendo mediante sus prácticas en el tejido asociativo de Málaga, cuentan con emoción y la voz casi quebrada que su colaboración con el centro de acogida nocturno Calor y Café ha supuesto un antes y un después para su desarrollo social y laboral. SUR se reúne con ellas en su instituto, en el barrio de La Unión, junto a sus profesores en la especialidad de servicios socioculturales y a la comunidad. Allí explican que ‘365 días de Navidad’ ha sido una experiencia sin precedentes, algo que también opinan los docentes.
A través lo que denominan ‘metodología de aprendizaje-servicio’, los dos grupos de segundo curso de Integración Social iniciaron este proyecto en el que más que aprender la teoría y aplicarla años después cuando tuvieran un trabajo relacionado, lo harían en el momento. David Enríquez, profesor en la especialidad de formación y orientación laboral, cuenta que aunque desde el equipo docente se les mostró alguno de los recursos para personas sin hogar en una misma visita, como Calor y Café, Pozos Dulces y San Juan de Dios, fueron las alumnas y alumnos de este módulo quienes propusieron comenzar un proyecto colaborativo para conocer de cerca la rutina de muchos ciudadanos que sobreviven en la calle y, de este modo, aplicar esa teoría que veían en clase y que no tendría sentido sin el ‘tú a tú’.
Un total de 60 alumnos han participado en este proyecto de visibilización de la realidad de las personas sin hogar
Con parón con pandemia de por medio, esta propuesta tomó forma en cuanto comenzó el curso 2020-2021 y Vicente Jiménez, director de Calor y Café, se personó en las aulas de este módulo para realizar una pequeña formación previa antes de comenzar el voluntariado por grupos. La jefa del departamento de este ciclo, Alejandra González, explica que aunque esto se realice en los otros ciclos esta actividad en concreto ha supuesto una gran «vinculación personal» para los estudiantes que la impulsaron, tanto por su labor de visibilización de esta realidad a sus demás compañeros como a sus círculos cercanos o más inmediatos.
Para aplicar esa teoría, las alumnas y alumnos de este ciclo realizaban su voluntariado de forma semanal en el centro de acogida Calor y Café, estando cerca de los usuarios que pasaban allí la noche y proporcionándoles la atención que necesitaban: preparación de los desayunos, labores de lavandería… Después, cuando su implicación se fue haciendo más fuerte, el proyecto se extrapoló al mismo instituto, clase por clase, con cartelería colocada por todo el centro para «hacer visible lo invisible», charlas a cada grupo desde al ESO hasta bachillerato y vídeos promocionales: «Al principio colocamos carteles por el suelo, y los primeros días los niños no querían pisarlos. Después, con el paso del tiempo, ya sí, y ni si quiera los veían. Lo mismo ocurre con las personas sin hogar», relata Jaida García.
Una idea muy distinta
Estas dos jóvenes, que representan a sus 58 compañeros de clase, cuentan que al llegar a Calor y Café les sorprendió enormemente que la idea que muchos tienen en su imaginario sobre cómo es una persona sin hogar chocaba con los usuarios del centro: «Estas personas se diferencian de ti o de mí por tan sólo una circunstancia. Un suceso traumático que no han sabido resolver y que les ha llevado a la calle, pero hemos visto a muchos hombres, mujeres con estudios y jóvenes rechazados por su familia por su orientación sexual que se han visto e sin otra opción», relatan ambas compañeras con ímpetu.
Para Vicente Jiménez, que los jóvenes conozcan la realidad que se vive en su centro es fundamental para avanzar como sociedad, romper estigmas y ayudar a muchas más personas a salir de su situación. Lo cierto, y lo que dejaron claro al principio de su colaboración, es que la única forma de ayudar a estas personas es acercándonos a ellas y dándoles a conocer los recursos existentes para ellos. «Dando limosna lo que llevamos es al consumo, dicho por personas en situación de calle, y en vez de motivarlas y animarlas a salir de su situación lo que hacemos es acomodarlas. Lo mejor que uno puede hacer es acercarse a ellos y mostrarles las opciones que tienen para dejar la calle», relata.
Así que, trasladando la información a este centro, la Unidad de Calle del Ayuntamiento de Málaga puede tener conocimiento de que en un lugar a una hora determinada hay una persona sin hogar a la que, sin saberlo, podemos ayudar con un gesto sencillo: una mirada, un acercamiento y palabras de amabilidad que pueden cambiarlo todo.